QuéPasaColima.- Para evitar la pena de muerte, un
mexicano se declaró culpable en Texas de un crimen que no cometió y por el cual
paso 12 años preso, difundió hoy aquí el diario La Opinión.
El mexicano
Christopher Ochoa jamás olvidará aquel día de 1988, cuando bajo amenaza de
recibir la pena de muerte, la policía de Austin, Texas, lo obligó a confesarse
culpable de un crimen que -afirma- no cometió.
Tras firmar la
falsa confesión, Ochoa fue condenado a cadena perpetua en 1989, y sólo fue
exonerado 12 años después tras una prueba de ADN y la confesión del verdadero
culpable, Achim Josef Marino, un hombre con un largo expediente criminal.
El mexicano salió
libre en 2001, pero aún sufre las secuelas de la vida en prisión.
"Me amenazaron
con que me iban a dar la pena de muerte, me mostraron fotos de la camilla, y un
policía me agarró el brazo y me tocó la vena, diciendo que ahí me iban a
inyectar", recordó Ochoa durante una extensa entrevista telefónica con La
Opinión desde su hogar en Madison (Wisconsin).
"De menso le
creí a la policía cuando me dijo que sólo tenía que confesar y que si no lo
hacía me iban a mandar a la cárcel para ser carne fresca´ para los otros
presos", afirmó Ochoa, quien en 1988 era un joven de 22 años graduado con
honores de la secundaria.
Ochoa y su amigo
Richard Danzinger fueron acusados y condenados por la violación y asesinato de
Nancy DePriest, en un restaurante de Pizza Hut en Austin, a donde sólo habían
pasado "por curiosos".
El grupo Innocence
Project, que defiende a personas falsamente acusadas, fue clave para lograr la
libertad de Ochoa, quien obtuvo una millonaria compensación en una demanda
contra la ciudad de Austin.
Antes de su
arresto, Ochoa soñaba con una casa, un coche, una familia, una profesión y
hasta ser beisbolista en las Grandes Ligas, pero se topó con la realidad de la
cárcel, que calificó como "una zona de guerra": las
"navajeadas" entre los presos, muertos, el temor a la violación y la
perenne desconfianza hacia los demás.
"Más que
rencor sentí tristeza, confusión. A veces lloraba y le reclamaba a Dios por qué
ahí me tenían como un animal, un salvaje, y un día el dolor fue tan fuerte que
quise quitarme la vida en una Navidad", señaló.
Encontró sosiego en
las clases de catecismo de las monjas que lo visitaban y le insistían en que
"sólo Dios" puede disponer de la vida.
Ahora Ochoa, de 47
años de edad, es un abogado y se especializa en bienes raíces y a veces ayuda
en casos de violencia doméstica.
0 comentarios:
Publicar un comentario