sábado, 8 de febrero de 2014

No es a billetazos, señor Peña Nieto. Epigmenio Ibarra

QuéPasaColima.- No se compra la paz con miles de millones de pesos. Así no se combate al crimen organizado.

Tampoco con desplantes propagandísticos para ganarse, como si eso, habida cuenta de la sumisión de los medios a la “institución presidencial”, le costara a usted trabajo, las primeras planas de los diarios y los espacios principales de la radio y la tv.

Tampoco se vence al narco a plomazos, como lo hizo su antecesor, también adicto a la propaganda, Felipe Calderón. Decenas de miles de muertos, de desaparecidos, de desplazados dan constancia de su fracaso.

Tocó a Calderón en su momento y luego de disfrazarse de general lanzar en Michoacán, con gran estridencia, su guerra contra el narco. Misma que usted continúa, pero en medio de un ominoso silencio mediático.

En el espejo de la pantalla de la tv se vio a Calderón, como salvador de la patria, enarbolando una bandera que pronto comenzaría a mancharse con la sangre de otros.

Héroe de pacotilla resultó el tal Calderón, emocionado por los juguetes bélicos, siempre rápido para criminalizar, con un siniestro “se matan entre ellos”, a las víctimas del conflicto.

Comandante que nunca pisó el frente de combate y que, sin empacho y desde sus oficinas blindadas, mandó a tantos a matar y a morir, en una guerra librada por encargo de Washington.

Con algunos matices sigue usted, señor Peña Nieto, los mismos pasos de Calderón y como él —y para desgracia de Michoacán y del país entero— fracasará también.

Al lanzarse a la guerra sin siquiera conocer a su enemigo o quizás conociéndolo demasiado bien, Calderón solo logró que los cárteles escalaran su poder de fuego, incrementaran su
campaña de reclutamiento convirtiendo a sus sicarios en combatientes y sometieran todavía a más presión a la población civil en sus zonas de influencia.

Como elefante en cristalería actuaron entonces y siguen actuando ahora las fuerzas federales. El precio del arrebato propagandístico de Calderón se pagó con sangre.

Usted, señor Peña Nieto, al abrir las llaves del erario y pretender inundar a Michoacán de plata, sin siquiera detenerse a considerar los escandalosos niveles de corrupción en todas las esferas de la vida pública, sin haber tocado jamás a los aparatos financieros del crimen organizado, no hará sino abrirles nuevas fuentes de ingreso a los capos.

Celebran, me imagino, Los Templarios y otros cárteles la noticia, las oportunidades de negocio se abren ante ellos.

¿Quién administrará ese dinero? ¿Los mismos alcaldes, síndicos, funcionarios que han cerrado los ojos para no ver a los capos moverse a sus anchas en Michoacán?

¿Quién habrá de garantizar que esa plata llegue a manos honradas? ¿Qué institución se salva en Michoacán? ¿Qué institución se salva en este país al que este régimen ha hecho pedazos?

Calderón, al que Washington llamaba “valiente”, se sentía fuerte, poderoso, el salvador de la patria. Le gustaba fotografiarse subido en aviones y tanquetas, desfilar por Reforma montado en corcel blanco.

Usted, sabiéndose poderoso, reconocido por gobiernos y empresas extranjeras como el “gran reformador”, se siente, además, inmensamente rico.

Como López Portillo administra anticipadamente, señor Peña Nieto, una abundancia que la población no ve ni verá por ningún lado.

¿De qué sirve la nueva calificación crediticia de Moody’s, que tanta euforia produce a sus funcionarios, cuando el índice de confianza del consumidor muestra una caída anual de 15.5 por ciento y la carestía, la depreciación del peso, la desaceleración económica causan estragos en la economía de millones de familias?

Hace usted cuentas alegres con dineros que, supuestamente, traerán las empresas extranjeras a las que solamente interesa su parte del botín.

¿Alcanzará ese dinero para hacer ofrecimientos similares a Chihuahua, Guerrero, Tamaulipas, Nuevo León? ¿O dejará entonces de gastar a manos llenas el dinero de los contribuyentes en su imagen y en la promoción de su gobierno para andar comprando la paz por la República?

Creo que es momento de que, parafraseando a Bill Clinton, se pare usted frente al espejo y se diga “son la corrupción y la impunidad estúpido”. Entenderá entonces que usted, como Calderón, cuando con bombo y platillo dicen enfrentar al crimen organizado, solo pelea con su sombra.


Es este régimen, que usted representa y nosotros padecemos, el mayor obstáculo para la paz, la justicia y la democracia en esta nuestra patria herida. Ni a plomazos, ni a billetazos, señor Peña Nieto. Así no, con ustedes en el poder nunca.

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